Ponencia de D. José Luque Navajas Vuelta Página de Articulos
                     
                  En Antequera el 4 de Septiembre de 2008
 

 

José Luque Navajas
Consiliario y Socio Fundador de la Peña Flamenca Juan Breva
 

CINCUENTA AÑOS VISTOS DESDE EL PRISMA DE UNA PEÑA FLAMENCA

 

El próximo dos de octubre se cumplen 50 años del nacimiento de la Peña Juan Breva. Mediada la década de los años cincuenta del proceloso siglo XX parece que nos damos cuenta del tesoro cultural que suponía el hasta entonces poco apreciado cante flamenco.

Como un brote que surge vigoroso, empieza una nueva época en la vida del flamenco y se abre una etapa de atención, de admiración y de estudio hacia este peculiar fenómeno estético. Viene a ser un segundo renacimiento, por lo que con mayor propiedad debiéramos llamarlo neoclasicismo. Lógicamente no coincide con la época neoclásica de la historia universal del Arte, pero en el flamenco responde al mismo desarrollo cíclico que paralelamente, si bien no al unísono, se da en la vida de la Humanidad. 

Curiosamente este devenir pendular se da más en el mundo de la afición que en el propio de los profesionales, sus protagonistas, que sin embargo se erige en apoyo y soporte imprescindible al que se aferren las inquietudes y esperanzas de los anónimos aficionados. 

Así como en el antecedente que supuso el concurso granadino de 1922 la añoranza de un pasado mejor se refugió en la ejemplaridad de una figura provecta y poco destacada como fue Diego Bermúdez Cala, en la posterior reacción representada por el concurso nacional de Córdoba de 1956 el aficionado vio cómo sus afanes revisionistas eran premiados con la figura joven y magistral del cantaor pontanés Fosforito, con lo que se garantizaba un futuro que respondiera al rigor de la época. 

Era una época trascendente que se enriqueció además con otros dos frutos espléndidos como fueron la aparición del disco de Hispavox “Antología del Cante Flamenco” y el nacimiento feraz de las peñas flamencas. 

El disco de Hispavox fue un proyecto ambicioso, tan bien concebido como realizado, que además significó un éxito editorial, una compilación perfecta sin precedentes en la historia del flamenco. 

El tercer fruto, el de las peñas, fue el insuperable complemento de los dos anteriores para asegurar la proyección vitalista de la filosofía del momento. La aparición de las peñas fue un hecho clave para el flamenco por dos circunstancias tan válidas como oportunas. Una porque ellas, con sus iniciativas promoviendo festivales, concursos y simposios, aseguraban que las tesis escolásticas del concurso cordobés y de las grabaciones de Hispavox no se perdieran en el caminar hacia una meta sedicente y obsoleta. Y la otra, para mí la más importante, porque venían a llenar el hueco que iba a dejar a corto plazo la desaparición del “señorito juerguista”, como mantenedor de las fiestas reservadas en ventas y prostíbulos. 

La del “señorito juerguista” era una institución vergonzante y denostada, pero cumplía una función concreta en la vida del artista flamenco. Pese a sus borracheras y chulerías, era una fuente de ingresos para el profesional que no alcanzaba la cómoda plataforma de teatros y festivales. 

Una sociedad cambiante, influida por el progreso tecnológico y orientada a nuevos modos de vida, acabó con este personaje y, lógicamente, con su “rol” social, lo que significó para el profesional flamenco una triste merma de ingresos. 

Y ese vacío, de importancia capital para el artista, a la vez protagonista y generador de fenómeno cultural, fue ocupado por las peñas, que ofrecieron en sus locales el medio de cultivo que el flamenco necesitaba para no perecer. Porque el arte sin artistas, por muchos incentivos y filigranas protésicas que les apliquemos, terminará siendo una momia más o menos bien conservada. 

Las peñas se ocupan actualmente de que eso no ocurra. Las peñas son a la vez la cancha y la cantera, y en condiciones mucho más dignas de las que ofrecían el pretérito señorito y los reservados.

Respondiendo a esas modas y a esas inquietudes aparece la Peña Juan Breva, en Málaga, el día dos de octubre de 1958. Su nacimiento se produjo por la unión de tres grupos de aficionados que se reunían, unos periódica y otros esporádicamente, para comentar y disfrutar. Una era la tertulia diaria que se reunía en la taberna Casa Prada, sita en calle Molina Lario; otra semanal, formada por obreros de la Renfe, que acudían a un bar del barrio de La Isla; y por último un grupo de jóvenes, universitarios los más, que buscaban ansiosamente un asentamiento para desarrollar su afición. Este último grupo ya no se contentaba con comentar y disfrutar. Traía positivas inquietudes, y actuó de fermento para un proyecto ambicioso. 

Desde el primer momento los miembros de la Peña Juan Breva tuvieron consciencia de lo que querían, y así se demuestra en la redacción de la proclamación de principios de sus estatutos:

     1º.- Estudiar e investigar con ambición científica sobre la materia que con mayor o menos propiedad, comprende la denominación “cante flamenco”, incluida su proyección al toque y al baile.

    2º.- Mantener este arte en toda su pureza e integridad, denunciando lo malo y luchando contra adulteradores y contra innovadores o creadores no afortunados.

   3º.- Fomentar la afición al arte flamenco haciendo que se le conozca más y mejor, que del conocimiento nace la apreciación.

Estos tres puntos en expresión sintética componen el lema de la Peña Juan Breva, triple postulado que, siempre referido al cante, reza así:

Seguir aprendiendo

Velar por la pureza

Propagar enseñando

 

Después de este planteamiento programático fueron desarrollándose sus principios en el articulado de la parte dispositiva, tarea que se que realizando lentamente pero sin pausa mediante el sistema “de lege ferenda”, empezando por detallar las actividades y rechazando con autoridad arteras tentaciones. 

Mientras tanto, y creando motivos a la tarea legislativa, la Peña empezó sus actividades propias estableciendo reuniones semanales, que al principio fueron los sábados, después pasaron a los jueves y al final se quedaron en los viernes; siempre al acabar el día. Las llamábamos reuniones básicas y en ellas se empezaba por tratar temas orgánicos, propuestas de socios, proyectos, programas de actos, etc., terminado lo cual empezaba la juerga. Si no había guitarra se cantaba a palo seco y si tampoco había cantaores escuchábamos discos, gracias al gramófono de un socio que nunca fallaba, con lo cual nos hacíamos la ilusión de estar escuchando en persona a Manuel Torre, a Chacón, o a Juan Breva. 

Consecuencia de esta actividad, nació una frase, con empaque de axioma, que fue elevado también a lema supremo de la Peña Juan Breva: “Saber escuchar es un arte”. 

Pronto empiezan también los movimientos de cara al exterior: primero fue la organización de un concurso de ámbito provincial en Vélez-Málaga en julio de 1959; se siguió con un Concurso de Cantes de Málaga en 1962 que tuvo su continuidad en ocho sesiones, la última en el año 1988. De estos concursos salió el disco “Café Chinitas”, otro paso importante en el que, como en todos los demás, quedaba de manifiesto la doble intención de recuperar cantes y estilos en trance de desaparecer a la vez que se tendía al hallazgo de nuevas voces que aseguraran la conservación en vivo del caudal artístico que Málaga nos había legado. 

Un año fructífero y brillante en la historia de la Peña Juan Breva fue el de 1963. Durante él se produjo la aprobación gubernativa de sus estatutos, se crearon las Semanas de Estudios Flamencos, y se consiguió sede propia en unos locales que se ocuparon, en régimen de alquiler, en el callejón del Picador, gracias a las gestiones del Presidente Antonio Chaneta Pérez. 

En 1964, ya acomodados en el nuevo local, pudimos ampliar la materia de nuestra atención a todo el flamenco con la iniciación de las Sesiones de Estudio, todos los martes, actividad que se mantiene hoy con toda su vitalidad e interés. 

Y ya lanzados, vinieron las siguientes realizaciones que cito sucintamente para no cansar: desde 1966 se vienen celebrando las playeras “moragas flamencas”, siempre los días 8 de junio, conmemoración de sentido respetuoso pese a su lúdico desarrollo, pues fue el 8 de junio de 1918 cuando murió Juan Breva. 

En 1967 se inician los Certámenes Poético-Flamencos, con la colaboración de Radio Juventud. 

En 1968 nace la Semana de Verdiales, siempre adscrita al mes de diciembre. Y se hace una tímida salida editorial con la publicación de la revista “Bandolá”. 

En 1969 se crean los Congresos de Actividades Flamencas (hoy “Congreso Internacional de Arte Flamenco”) en uno de los cuales, el celebrado en la isla de San Fernando, le fue concedido a la Peña Juan Breva el premio al mecenazgo, distinción significativa que la Peña aprecia en lo que vale. 

En 1970 se le presta decidida atención a los cantes faeneros con sendos concursos de los “cantes de trilla” y los de “arar o temporeras”. 

En 1971 comienzan las clases de guitarra y baile. 

En 1974, en una ampliación del local social, se inaugura el Museo, con una gran cantidad de interesantes piezas que ya se habían ido coleccionando.  

En 1975 se inicia la serie de las berzas flamencas, en los primeros sábados de mes. 

En 1978, en colaboración con la recién nacida Universidad de Málaga, se crea el Aula de Flamencología con asistencia del Rector Dr. Smith Agreda. 

Todas estas actividades y realizaciones son a la vez causa y efecto en la vida de la Peña Juan Breva. Causa porque pertenecen a la esencia misma de ella, y efecto porque a la vez nutren a la Peña al terminar siendo elementos de atención y objeto de la labor de recopilación constante, lo que ha ido formando insensiblemente el contenido de todo un Museo del Flamenco, que si bien empezó a exhibirse en el destruido local del Callejón del Picador hoy, al cabo de treinta y cuatro años, nos parece ridículo comparándolo con el que actualmente monta la Peña en su nueva sede de calle Ramón Franquelo, y cuya inauguración alumbra ya por fin una fecha cercana. 

Pese a todo lo dicho no ha sido para la Peña Juan Breva un camino de rosas el que la ha llevado hasta cumplir los cincuenta años. Ha habido también varios tramos de sombras, de marejada, donde la Peña se ha visto con el agua al cuello, y donde ha tenido que salvarse nadando con decisión para alcanzar final y felizmente la reconfortante calma. Sobre este particular el peor enemigo que ha tenido esta Peña ha salido de dentro, concretamente el socio que ha visto en ella una ocasión para halagar su vanidad o su bolsillo. 

Por eso, porque sospecho que ese mismo peligro ha germinado o puede germinar en otras peñas flamencas (monotemáticas), quiero con estas palabras alertarlas y alentarlas para cuando alguna vez se vean en similar trance. Porque siempre, aunque sea a la larga, sale triunfante el altruismo y la honestidad. Y hago hincapié en lo de monotemática, porque éstas son más débiles ante los peligros apuntados que sus hermanas las recreativas, cuya problemática es distinta.  

Por dicha vulnerabilidad muestro mi predilección por las peñas exclusivamente flamencas. Por esto y porque creo que en ellas está, como sobre las rodillas de los dioses, el futuro y la integridad del flamenco. No en las empresas, lebreles del consumismo, que se lucran grabando bodrios a costa de nuestro querido arte. No en los cursis cireneos que aconsejan creatividad a ultranza. No en esas aulas y cátedras sostenidas más o menos oficiosamente, al albur de la política, con cargo al presupuesto que pagamos todos. No. Porque donde no hay sangre, no hay morcilla. 

Son las peñas, catalizadoras de los buenos aficionados, aquellos a quienes nos duele el flamenco, las que son capaces de distinguir dónde está la levadura, que por cierto, nunca se hallará fuera del mundo flamenco. 

Me considero un buen aficionado, y como me temo que a través de mi intervención se haya notado demasiado también mi devoción por la Peña Juan Breva, me preocupa haberme excedido en la enumeración de sus méritos. Porque si saber escuchar es un arte, también es un arte no torturar al que está escuchando. Y si para mí es perfectamente compatible la coincidencia de mi afición y mi debilidad por mi peña en el arca de mis preferencias, no tiene por qué ser así para otros aficionados.

Procuraré ser más morigerado para el próximo cincuentenario.

Disculpen las molestias. 

 Antequera, a  4 de Septiembre de 2008

                                                Fdo.: José Luque Navajas

 
Sonido : Bandola Juan Breva